MADRE
MARÍA PILAR DE JESÚS
“Sed santos porque yo
soy santo”. Seguro que estas palabras resonaron siempre en el corazón de la
madre Pilar, quien trató en su vida de imitar a Jesús, la imagen perfecta del
Dios invisible. Ella sabía que la gracia no suprime la naturaleza, por eso
siempre cooperó con la gracia divina para ser santa y, de esta manera, ser luz
del mundo y sal de la tierra.
La santidad de Dios es
ardor que devora y hace vivir a la vez y la irradiación de esta santidad
santifica a su pueblo, así podríamos decir que el corazón de la madre María Pilar de Jesús se
consumía en este ardor del amor de Dios, que la hacía vivir y de donde le
brotaban todas sus fuerzas, primero para ser ejemplo entre todas sus hijas y
segundo para emprender grandes obras como lo fueron sus fundaciones. Ella no
brillaba con luz propia sino que, del contacto directo que tenía con Dios a
través de la oración, resplandecía en ella la luz de la santidad de Dios.
Ella sabía muy bien
aquello que decía el apóstol san Pablo: “vivo yo, mas no soy yo, es Cristo
quien vive en mí”. Por eso siempre buscó morir a sí misma, dejando de lado sus
pasiones, apetencias y criterios; ella quería desaparecer para que Cristo se
luzca, porque a eso había venido al Carmelo, a reproducir en su ser la imagen
de Cristo, el Señor de su vida, el Magnifico Esposo, como ella le llamaba; de
esta forma la gracia de Dios no quedo infecunda en ella, sino que siempre dio mucho
fruto, por ello no le importo dejar su familia, su monasterio y su tierra para
dar la vida por el evangelio de su ‘Amado Esposo’.
Podríamos decir que
en la madre Pilar sea ha cumplido lo que dice el salmista: “su linaje será
poderoso en la tierra… su recuerdo será perpetuo”, de esta manera, vemos cómo
en los monasterios que ella ha fundado florecen muchas vocaciones, que obligan
a sus hijas a fundar más monasterios; estos monasterios son la fuerza oculta de
la Iglesia, donde las hermanas con sus oraciones interceden por cada uno de los
miembros de la Iglesia e impulsan su apostolado, de ahí que sea poderoso su
linaje. Su recuerdo es perpetuo porque su espíritu vive en sus hijas, estas la
recuerdan siempre en las recreaciones y trasmiten sus enseñanzas a las nuevas
generaciones de carmelitas, al punto que pareciera que es la misma madre la que les enseña.
Al ver todo el bien
que Dios ha hecho por medio de la madre Pilar, consideramos que no es justo que
su vida no sea conocida, o peor aún que su recuerdo llegara a extinguirse; es
necesario que ya no pertenezca sólo a la clausura de sus hermanas sino que sea
conocida en toda la Iglesia, este es el motivo por el que escribimos las
maravillas que Dios ha hecho en su vida.
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