lunes, 27 de mayo de 2019

LOS VOTOS RELIGIOSOS.- Madre María Pilar de Jesús.




LOS VOTOS RELIGIOSOS

MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS O.C.D
La mamita Pilar


LOS VOTOS RELIGIOSOS

El hombre, creado por Dios, compuesto de cuerpo y alma. Llamado a la Gloria del Señor mediante la Gracia; obligado desde que despierta su razón a conocer, amar y servir a Dios.

Dios le hizo a su imagen y semejanza. Le dio las dos grandes facultades, entendimiento y voluntad, destellos de sus dos grandes atributos, SABIDURIA Y AMOR.

El hombre puede conocer a Dios por su inteligencia. Puede amar Dios, por su voluntad. Puede servir a Dios, por medio de sus fuerzas corporales y espirituales. Obligación de todo hombre, más aún de todo bautizado. Para eso nos creó Dios.

Pecado de Adán:
Desconoció a Dios, no le creyó. Morirás le dijo Dios, no morirás le dijo la serpiente.
Despreció a Dios, no le amó. No comerás… le dijo Dios, come… le dijo la serpiente.
Desobedeció a Dios, no le sirvió.

La inteligencia del hombre quedó maleada por la acción del demonio; su voluntad quedó enormemente debilitada y pronta a amar lo que no es Dios. Sus fuerzas físicas quedaron obligadas a “ganar el pan con el sudor de su frente”, y propensas a buscar el modo de liberarse.

La inteligencia del hombre, sigue buscando lo que pretendió: Saber y ser como Dios. La voluntad del hombre sigue buscando, obrar y amar fuera de Dios. Las fuerzas físicas del hombre siguen buscando cuanto las libere del yugo del trabajo impuesto por Dios. Es la rebeldía del hombre contra Dios, hechos enemigos por el pecado.

Imposibilidad radical de salvación. REDENCIÓN POR EL HIJO DE DIOS HECHO HOMBRE.
Todo, mediante Él, puede y debe restaurarse. Lucha del hombre consciente del misterio y de la Gracia de Dios, por volver a la inocencia primitiva.

El demonio, el mundo y la carne se oponen. Valentía del hombre que ofrece a Dios, los tres votos, contra sus tres enemigos, contra sus tres tendencias perversas:
OBEDIENCIA, contra el demonio y los honores.
POBREZA, contra el mundo y sus riquezas.
CASTIDAD, contra la carne y los placeres.

Con ellos consigue:
Amar a Dios con toda su mente, Obediencia.
Con todo su corazón, Pobreza.
Con todas sus fuerzas, Castidad.

Bastan los tres votos, para deshacer el mal del pecado en general, y de todos los pecados particulares.
¡Cómo tenemos que amar nuestros votos! Con ellos reparamos el pecado de Adán y los de todos los hombres. Con ellos cooperamos a la salvación del mundo con Jesús y como Jesús. Con ellos vencemos los tres enemigos del alma. Con ellos nos hacemos santos, para Gloria de Dios y salvación de muchas almas.

Castidad

El voto de castidad, consiste en renunciar a otro estado de vida, libre y conscientemente, por amor a Nuestro Señor. Esto supone, renuncia al amor humano, renuncia al gozo de la maternidad.

El voto de castidad es muy agradable a Dios, porque esta renuncia la hacemos buscando el amor de Jesús, y la maternidad espiritual de las almas, para Gloria de Dios.

El alma virgen, busca las cosas de Dios, de ellas se preocupa y por ellas vive. Esto sería lo esencia del voto, ya que sin ello no sería posible. Por esposas de Jesús tenemos que vivir como tales, con una delicadeza inmensa y continua, por toda la vida.

Tenemos que aspirar a la pureza absoluta del cuerpo, a la pureza absoluta del alma, a la pureza absoluta del corazón.

Todo para Jesús, sin quitarle un átomo, sin dar nada, a nadie, más que a Jesús.

La tentación no es pecado. La tentación no es prueba de falta de vocación. Tampoco lo son las tendencias que podamos sentir después de una consagración sincera; ni los atractivos por persistentes que sean. Tenemos que mantener nuestra decisión a través de todo, y en los peligros conseguir serenidad, renovar nuestro santo voto, y renunciar valientemente y definitivamente, a cuanto el mundo, el demonio y la carne nos presenten.

¡Soy de Jesús!, y prontas al martirio antes que dejarnos vencer… tomar esta decisión de una vez para siempre y encomendarla a la Santísima Virgen, que nos liberará del pecado; a San José, padre y protector de las vírgenes; al Ángel de la Guarda, el más interesado en nuestro triunfo.
Y por encima de todo amar a Jesús con pasión, que es lo que nos mantendrá fieles a Él y a nuestro santo voto. Porque si amamos de veras a Jesús, ¿quién podrá arrebatarnos el tesoro de la santa pureza?

Llegarán días de frío espiritual, de noche del sentido o del espíritu, en que no sentiremos el amor a Jesús, pero si somos fieles, el amor esencial, el amor de voluntad, debe mantenernos fuertes a pesar de todo. Y esta fidelidad en el cumplimiento del deber y en la espera de Jesús le demostrará y nos demostrará a nosotras mismas, que somos suyas y lo seremos hasta la muerte, hasta la eternidad.

Las amistades particulares. Son en religión un peligro para la pureza del corazón. Tenemos que luchar valientemente para no dejar que se apoderen de nosotros. Jesús Esposo fiel y amante, soporta nuestras debilidades todas, pero no soporta que entreguemos el corazón a una criatura. Él nos escogió, Él nos hizo esposas suyas, nos colmó de gracias, nos prepara una eternidad felicísima, durante la cual podremos “seguirle a dondequiera que vaya, cantando el cántico del Amor”. ¿Cómo no va a ser divino y seriamente celoso de todo nuestro amor?

Conservemos enteramente puro nuestro corazón. Puede costarnos a veces, pero qué gozo, qué gloria la del triunfo… Qué hermosura la de una virgen consagrada, que se mantiene totalmente fiel al Divino Esposo de su alma.

Pobreza

Por el voto de pobreza, renunciamos radicalmente, a los bienes de este mundo, a la posesión de las cosas, y aún, al uso libre de las mismas.

Hacemos el voto, libre y voluntariamente por amor de Dios, y para arrojar de nosotros al mundo, nuestro segundo enemigo, con todas sus pompas y vanidades.

El religioso que quiere de verdad santificarse por la pobreza, debe renunciarlo todo.

Un pobre de la calle, un mendigo tiene, posee muchas cosas: la misma calle, el campo, el agua, el aire que respira, la tierra… Si le dan una moneda, es verdaderamente suya. Si recoge del suelo una piedra, una baratija, le pertenecen. Nadie tiene derecho a quitárselo. El religioso, no tiene nada propio. El voto no le exigirá tanto, pero la santidad, sí; y debe saberse despojado en absoluto de todo. No tiene derecho a nada, ya que lo ha renunciado, y debe sentirse feliz, y gozarse en este despojo absoluto, que le hace libre y santo. Basta este voto, para escalar las cimas más altas de la santidad.

Jesús quiso ser pobre. Lo fue exageradamente en su nacimiento y en su muerte. Tenemos que imitarle e cuanto podamos. Gozarnos cuando nos falte algo necesario, ya que ordinariamente, tenemos y usamos cuanto nos hace falta. Si no buscamos estos extremos de virtud, ¿hacemos más de lo que hacíamos cuando éramos seglares? Muchos encontramos en la religión más facilidades y comodidades que las que teníamos en el mundo. ¿Dónde estaría nuestro mérito, si no buscamos, si no procuramos el modo de sentirnos pobres?

Qué contraste resulta ver a u religioso, exigir, quejarse, pedir, protestar… sepamos demostrar con los hechos que somos pobres y que estamos contentos de serlo. Que hemos hecho nuestro voto conscientes de lo que hacíamos.

Procuremos la pobreza personal, conformándonos con los peor, lo feo, lo viejo; haciendo durar lo que nos dan para nuestro uso, cuidando el material de trabajo, la luz, el agua. Facilitemos a los demás lo que tenemos y sacrifiquemos nuestras pequeñeces.

Cuidemos la pobreza comunitaria, que es muchas veces, aún más importante. No pidamos mejoras en la casa, en los elementos de trabajo, en la comida, en la ropa, en los enseres. Conversemos pobre nuestro convento, pobre, limpio y ordenado. No ambicionemos nada de los que Jesús no tenía. Si lo hay, tenemos que aceptarlo y cuidarlo, pero si no lo hay, sepamos pasar sin ello, no solo sin quejarnos, sino con alegría. Reparemos con nuestro espíritu de pobreza, el lujo y los pecados del mundo. Seamos como nuestro Jesús, pobre y humilde por nuestro amor.

POBREZA ESPIRITUAL. Tenemos que sacar provecho también de nuestra pobreza espiritual, y santificarnos con ella. Pobreza de espíritu, pobreza de alma, pobreza de facultades, pobreza de bienes espirituales. En esto somos aún más radicalmente pobres. Los bienes materiales podríamos poseerlos y los renunciamos con  nuestro voto. Bienes espirituales no tenemos ninguno. Somos totalmente pobres, tanto, que no podemos arrogarnos el mérito de decir “Señor Jesús”, si el Espíritu Santo no nos ayuda. No somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Cuánto cuesta convencerse de ello, y cuánto le cuesta a Dios, hacernos desprender de lo que creemos nuestro. Nos aferramos de tal manera a lo que imaginamos tener, que sin las noches del sentido y del espíritu, jamás nos convenceríamos de nuestra absoluta indigencia.

Y lo cierto es, que a cada paso tropezamos con nuestra pobreza espiritual, con nuestras limitaciones, con nuestras impotencias. Nos quejamos continuamente de que no podemos hacer la oración, no podemos vencernos aunque lo deseamos, no podemos practicar las virtudes aunque nos lo proponemos. ¡Es verdad! ¡No podemos! Y porque nos apoyamos en nosotros mismo fracasamos.

Tenemos que reconocerlo de una vez sin contar con lo “nuestro”, apoyados en el Señor, y pidiéndole a Él con humildad y confianza, actuar con firmeza y seguridad, porque es de fe, que jamás nos niega lo que necesitamos para cumplir su voluntad. Sabiendo esto, nunca podremos disculparnos diciendo: ¡No puedo! Es verdad, no puedo por mi  mismo, pero lo puedo todo en Aquel que me conforta. A Él la Gloria por los siglos de los siglos.

Enterémonos, convenzámonos, conformémonos de una vez de una vez, y alegrémonos, porque en nuestra debilidad se manifiesta la Fuerza de Dios, y en nuestra impotencia la Omnipotencia de Dios. El no busca nuestros bienes porque sabe que no los tenemos; busca nuestra humildad nuestro vacío, nuestra pequeñez, nuestra nada, reconocida y amada, para que brille en nosotros su Gloria y su Poder.
Esta es la pobreza de espíritu, la auténtica, la que tuvo María nuestro modelo bendito, la verdadera pobreza que nos hará bienaventurados, y nos dará la posesión del Reino de los Cielos.

Obediencia

Somos creados por Dios, todo lo recibimos de Él. De Él dependemos. Nos creó para hacernos partícipes de su eterna felicidad. Es el mejor de los padres. Nos cuida como a las niñas de sus ojos, nos da en cada instante cuanto necesitamos, para nuestra salvación, para nuestra santificación.

Puso a Adán en el paraíso y le dio un precepto: no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. El hombre creyó a la serpiente, despreció el mandato de Dios y desobedeció.

La humanidad entera, hereda de nuestros primeros padres esta perversa inclinación a la rebeldía, a la desobediencia. El hombre quiere su libertad. Dios se la ha dado y se la respeta, pero su mala inclinación le lleva a hacer su propia voluntad y está viciada por el primer pecado, le arrastra a todos los males.

No había en el hombre salvación posible. Creado para gozar eternamente de Dios, se quedó separado de Él, y condenado a la muerte temporal y eterna.

El Verbo la segunda persona de la Santísima Trinidad, compadecido, baja a la tierra, a reparar, a aplacar ala Dios ofendido, a salvar la humanidad. Único medio de reparar proporcionalmente: ¡Obedecer! Y Jesús al entrar en el mundo comienza obedeciendo: “Padre aquí estoy para hacer tu Voluntad”.
Y se hace átomo, célula imperceptible dispuesta a recibir del Padre como todo hombre la vida, el movimiento y el ser. Y a dejarse modelar por seres humanos, infinitamente inferiores a Él. Vive treinta años, una vida de trabajo, de oración y sobre todo de perfecta obediencia, sometido a José y a María. Humanamente parece absurdo que Jesús no comenzara a hacer el bien a las almas, hasta los treinta años. Cuánto hubiera conseguido, desde los quince, desde los veinte, pero era la Voluntad del Padre y Jesús se somete.

El Padre lo quería, porque la humanidad no necesitaba palabras, necesitaba OBEDIENCIA. Obediencia larga, heroica, para reparar las casi infinitas desobediencias del hombre. Y Jesús que ama al Padre y ama a la humanidad, vivía sujeto por la obediencia a la Adorable Voluntad de Dios.

Por eso las almas consagradas a su Gloria, a su servicio, al bien de la humanidad, tenemos que obedecer. Sin obediencia no hay vida religiosa. No interesan a Dios las obras grandes, ni siquiera le interesan las que Jesús hubiera podido hacer en treinta años; le interesa que lleguemos a comprender que su Voluntad es todo nuestro bien, que si quiere que nos sometamos a ella, es porque ella es nuestra felicidad, nuestra santidad y su Gloria de Padre que nos ama.

Así que de todos modos, tenemos que hacer la Voluntad de Dios, porque Él tiene todo derecho sobre nosotros, y hacerla con amor, con confianza, con alegría, porque sabemos con toda certeza, que Dios no busca bien alguno para sí mismo, sino nuestro bien, nuestro mayor bien.

Si desde que despierta nuestra razón cumpliéramos la Voluntad de Dios, hasta la muerte, ¡qué seriamos!... Seríamos total, enteramente santos, como la Virgen María. Ella no hizo otra cosa: dejó hacer a Dios en ella, fue fiel, activa, diligente, atente a la Voluntad de Dios, nada más. Eso mismo nos pide el Señor a nosotros.

La dificultad estaría en no conocer esa Voluntad Adorable, pero los religiosos la conocemos. Tenemos leyes, tenemos superiores, tenemos campana. Son voces de Dios que nos avisan, que nos dicen lo que quiere en cada instante de nosotros.

Nuestra actitud, tiene que ser de amor, de gratitud, de adoración. Dios tan grande ocupado de mí, marcándome en cada momento lo que tengo que hacer para ser feliz, para ser santa, a mi tan pequeña, tan mala, tan poco fiel.

El voto de obediencia, no obliga bajo pecado mortal, más que cuando nos es intimado bajo precepto, en virtud del Espíritu Santo y santa obediencia, pero la religiosa que llega a penetrar las profundidades de la virtud de la obediencia, y vive en ella, será otro Cristo en la tierra, se santificará y hará el bien, todo el bien que el Padre Celestial quiere hacer por ella y con ella.

Por todo esto y mucho más que el Señor puede darnos a entender, entreguemos de una vez, generosamente, nuestra libertad, totalmente, no a las criaturas, no a ningún superior, sino a Dios, ¡el único que la merece! Y que nos dice dirigiéndose a los superiores: “Él que a vosotros oye a Mi me oye”, y se compromete en su Sabiduría y Poder infinitos, a santificarnos, aún a través de los posibles errores de los superiores.

Deseemos con toda nuestra alma, la perfección absoluta de nuestra obediencia, no de bestias sino de seres inteligentes, libres y amantes. En nuestros fallos, que los tendremos, no debemos desconcertarnos, ni abatirnos, ni desanimarnos. Tenemos que humillarnos, reconocer nuestra falta, reaccionar rápido, pedir perdón y aceptar plenamente las consecuencias de nuestra falta para repararla, y volver a la vida, comenzando de nuevo, con más humildad, amor y alegría.

DIOS ES AMOR

Dios amor esencial, infinito y eterno, engendra entre esplendores sagrados a su Único Hijo, en el que se ve perfecta y totalmente reflejado. Ahí en su Hijo están todas sus infinitas perfecciones, es otra Persona, Dios con Él y como Él. ¡Cómo ama el Padre a su Hijo! Es impronta de su ser y figura de su sustancia.

El Hijo a su vez contempla en el Padre el abismo de sus perfecciones infinitas, y se entrega a Él en un océano de felicidad. Explosión de amor producida por este encuentro recíproco… Tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, lazo de unión de ambas Divinas Personas. Horno, océano, inmensidad… no es posible expresarlo con palabras humanas.

Es DIOS – AMOR comunicando en el seno de su Trinidad, el Amor increado, entre torrentes de felicidad infinita. Y no quiero gozarlo solo… El amor es expansivo, y de toda eternidad decide crear seres capaces de conocerle y amarle, y participar eternamente de sus infinitos bienes. Primero el ángel, luego el hombre como remate y rey de la creación, capaz de reconocer y agradecer sus inmensos beneficios, y recoger el himno silencioso de alabanza que anhela la creación entera, y ofrecerlo a Dios en homenaje de gratitud y amor.

¡Qué hermosura la vida del hombre en el Plan de Dios!....

Pero el hombre cayó por su debilidad y perdió todos sus derechos. Dios pudo ver frustrados sus designios en la creación por obra del enemigo, pero su Sabiduría y su Poder y sobre todo su amor, tenían que triunfar. La segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, en quien el Padre se complace eternamente, sería nuestro salvador, nuestro Modelo. Y el Verbo, la Palabra Increada, se hace Jesús. Jesús para nosotros, Jesús para salvarnos, Jesús para enseñarnos. Gracias, Gracias, Dios Padre nuestro.

Volvamos a la idea primera: Dios nos ha creado únicamente, para hacernos partícipes de su infinita felicidad. No para sufrir, no para trabajar, no para triunfar, no para comer o gozar, ¡No!

Nos ha creado para hacernos entrar en el océano insondable de su Amor, mediante la fe, la esperanza y la caridad, vividas en la tierra, como preparación y comienzo de la eterna visión y fruición de Dios en el Cielo.

CAMINOS DE SANTIDAD

Liberación del pecado.
Ascética. Mística. Unión con Dios

Único camino.
Es Dios quien lo traza para cada uno. Para mí.

Dios tiene un deseo y un proyecto: Nuestra santificación para su Gloria y nuestra felicidad.

Él poderoso y sabio, lo prepara todo, lo organiza y reorganiza todo, utiliza todas las criaturas, todas las circunstancias, todos los acontecimientos, grandes y pequeños. Todo lo hace converger a este camino de santidad que Él me ha señalado. Nada le detiene. Sigue su obra, utiliza los instrumentos aptos, restaurando en cada instante, lo que mi incapacidad, mi pereza o mi malicia malogran. Consigo retrasar o alejar la meta, pero a Dios no le faltan medios ni recursos; continúa su obra. Es su Divina ocupación. No hace otra cosa respecto a nosotros: “Todo lo endereza a nuestro mayor bien”. Y su omnipotencia llegará al fin, con tal que yo permanezca en el camino: en el camino de su Santísima Voluntad, en el camino de mi fidelidad a su amor.

Él sabe por donde me lleva y los instrumentos que utiliza. Es libre, me ama. Yo no tengo ni necesidad ni derecho de conocer sus vías. ¡ES EL SEÑOR!

Sólo sé que me ama, que me guía, que me corrige, que me ofrece la reparación necesaria después de cada caso. No tengo que preocuparme, ni echar cuentas ni calcular avances. Mi único quehacer: Cumplir su Santísima Voluntad en el momento presente, sea cual sea mi ayer, mi “hace un momento”. El me conduce. ¡BENDITO SEA!

Resumen:
¡ACEPTAR Y EJECUTAR!
¡LA VOLUNTAD SANTISIMA DEL SEÑOR!


viernes, 18 de mayo de 2018

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) X


PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) X


73.- Todo canta la Gloria de Dios.

74.- Todo contribuye al bien de los elegidos.

75. Para salvar a la humanidad se necesitan grandes talentos, grandes diplomáticos, grandes estadistas y los hay, pero quien ha de salvar al mundo son los santos. Ellos lo han vencido siempre y solo ellos lo han de salvar ahora. El Señor me ha puesto en camino, cada vencimiento, cada acto de virtud levanta al mundo.

76.- Quiero recibir en cada latido de mi corazón la vida del Padre, la redención del Hijo y la santificación del Espíritu Santo.

77.- ¡Oh mi Tres! Formad en mí a Jesús y transformarme en Él para vuestra Gloria.

78.- Dios mío, por vuestra gloria, por el bien de las almas, ayudadme a evitar toda falta voluntaria y sed vos solo mi único amor.

79.- Desear cautivar a Dios, es más que atraer su atención, es más que merecer su estima, es comenzar a ganarse su corazón. Ser para Él, objeto que encante su mirada y que hace latir su corazón.

80.- Dios mío, preparad mi corazón para la empresa que me habéis encomendado.

viernes, 9 de junio de 2017

Mini librito por el centenario del nacimiento de madre Pilar

Mini librito por el centenario del nacimiento de madre Pilar

Pequeño librito publicado por las madres carmelitas descalzas del monasterio de Nuestra Señora de la Paz por el centenario del nacimiento de Madre María Pilar de Jesús. En unas cuantas páginas se narra su vida y obras.


Libro: Pensamientos de madre María Pilar de Jesús

Pensamientos de madre María pilar de Jesús

Las madres carmelitas descalzas del monasterio de Nuestra Señora de la Paz y San José, ofrecen un librito con 105 pensamientos de Madre María Pilar de Jesús, quien murió en olor de santidad. Para adquirirlo dirigirse a:

MADRES CARMELITAS DESCALZAS 
DEL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ Y
SAN JOSÉ
APARTADO 14
CHICLAYO
Tlf. (074) 210121 / 980115318


Libro: "El Trabajo de mis manos" .- Madre María Pilar de Jesús

                                                      EL TRABAJO DE MIS MANOS

El año 2004 el padre Eduardo T. Gil de Muro, publicó en la editorial Monte Carmelo, apoyado por monseñor Rafael Palmero ramos, un libro llamado "EL TRABAJO DE MIS MANOS", donde narra toda la obra que madre María Pilar de Jesús hizo en el Perú.


viernes, 19 de mayo de 2017

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IX

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IX



65.- Jesús mío, ayúdame a obrar como obras Tú, únicamente para gloria del Padre.

66.- Cuánto tenemos que agradecer al Señor por lo bueno que es con nosotros.

67.- Tenemos que negarnos todos los días y llevar la cruz que Él nos envía.

68.- Cuanto más entiende nuestra inteligencia, más felices somos.

69.- El mayor bien que hemos podido recibir de Dios, es nuestro propio conocimiento, poseernos a nosotros mismos.

70.- La felicidad suprema no es el premio del amor sino que es el amor mismo; y no participamos de ella porque dominamos nuestras pasiones, sino que dominamos estas porque somos felices.

71.- Agarrémonos bien de Él, y adelante, la confianza y el amor lo consiguen todo.


72.- Ser Jesús. Transformarme en Jesús por el Espíritu Santo. Ser para el Verbo, como una humanidad suplementaria en la que Él pueda renovar su misterio: misterio de amor, de adoración, de acción de gracias, de alabanza al Padre.